Quizá usted esté familiarizado con el meme de un hombre calvo que, con la mano en el pecho, pregunta de forma sarcástica “¿y acaso yo…?” Bueno, pues la imagen corresponde al comic y serie de anime One-punch man, del que me permitiré contar algunos aspectos básicos.
La serie es protagonizada por Saitama un super héroe cuya principal característica es la de vencer a sus oponentes, monstruos que permanentemente asedian su ciudad, de un solo golpe, lo cual, por cierto, produce en nuestro protagonista una continua sensación de insatisfacción, haciendo que éste vaya por la vida en busca de un rival digno de su poder. Pero ese no es el punto que quiero destacar aquí.
Aunque Saitama es un héroe por placer, el ejercicio de su profesión lo lleva a formar parte de una federación de héroes, la cual establece categorías y niveles que dan cuenta del desempeño de los integrantes del gremio y al que se asocian recompensas y castigos. En efecto, además de contar métricas sobre la fuerza de sus agremiados, la federación requiere que éstos presenten reportes periódicos de sus hazañas, los cuales son la base para ascender dentro del intrincado sistema y en el que Saitama, el hombre más fuerte del universo, está lejos de ocupar el lugar más alto en el escalafón de la federación.
No me detendré en los pormenores de la serie. Solo diré que One-Punch man da cuenta de cuán fácilmente la organización y creciente racionalización de las actividades a las que nos dedicamos por placer puede dar lugar a procesos de burocratización, e incluso de simulación. A lo largo de la serie, somos testigos de las pugnas dentro de la federación de héroes, la actitud calculadora que éstos ponen en marcha con el objetivo de ascender en el laberinto de las categorías y niveles de la organización, así como de las prácticas fraudulentas que atentan contra un código de héroes no necesariamente escrito. Por ejemplo, de entre los héroes que aparecen a lo largo de la serie hay quienes nunca han librado batalla con los monstruos que todo el tiempo amenazan con destruir la ciudad y aun así están clasificados en los niveles más altos y obtienen las mejores recompensas.
Por supuesto, los sistemas de recompensas que asocian recompensas o castigos a determinados cursos de acción son un rasgo característico de las sociedades contemporáneas. Estos se verifican en las más diversas latitudes y en distintos ámbitos de la sociedad. Sin embargo, si usted está familiarizado con la dinámica de investigación en México, fácilmente puede advertir que la federación opera de manera muy similar al sistema nacional de investigadores y al igual que éste acarrea las mismas consecuencias no deseadas. Permítame hacer un breve paréntesis para luego abordar algunas de esas consecuencias, a propósito de las denuncias de plagio por parte del fiscal general, tras su ingreso al Sistema nacional de investigadores.
Ya en la década de los setenta, el psicólogo Donald Campbell señalaba, en lo que después se conocería como La ley de Campbell, que “cuanto más recurrimos a un indicador cuantitativo para la toma de decisiones, tanto más ese indicador estará sujeto a las presiones de la corrupción y más apto será para distorsionar y corromper los procesos que pretende monitorear”.
Aquí un ejemplo burdo. Uno va caminando por la acera y, mientras lo hace, evitar pisar las rayas que dividen los bloques de concreto. ¿Lo han hecho? Al final, uno se obsesiona y simplemente ya no camina, sino que avanza a saltitos, cuidando no equivocarse.
Asimismo, el sociólogo norteamericano Robert Merton decía que asignar una importancia excesiva a determinados fines (cualquiera que estos sean) lleva a los actores a un relajamiento en los medios e incluso a la creación medios proscritos, esto es, contrarios a las normas institucionales para alcanzar los fines establecidos. En lo que respecta al caso Gertz, cierto es que su ingreso fue visto por la comunidad académica como una suerte de intromisión que vulnera la autonomía relativa de la que gozan las comisiones para determinar con base en criterios sustantivos quien puede o no obtener el reconocimiento de investigador nacional. Sin embargo, las demostraciones del plagio cometido por el autor, ponen de relieve lo que algunos científicos sociales denominan como un “problema estructural”.
Hace años que expertos han señalado los efectos perversos de los mecanismos de evaluación que asocian recompensas o castigos a la productividad académica. El plagio es, sin duda, un ejemplo representativo de cómo la excesiva importancia dada al éxito termina por atenuar la conformidad con los medios institucionales para alcanzarlo, dando lugar a conductas divergentes e innovadoras en términos sociológicos, aunque proscritas.
Ahora bien, aunque de un alto impacto mediático, el plagio del fiscal general no es el primero y, según parece, dista mucho de ser el último. Por supuesto, la dinámica perversa de un sistema no exime al autor de su responsabilidad, como tampoco exime a las comisiones evaluadoras de haber dejado pasar este y otros casos aún más escandalosos, sin embargo, como en One-punch man resulta interesante constatar cómo los actores se encuentran tan involucrados en el intrincado sistema de recompensas que difícilmente advierten lo mucho que se han distanciado de su propósito original.
Es indudable que la federación avanza: los héroes enfrentan a sus enemigos, aunque lo hacen seleccionando solo las batallas que les reportarán los mayores beneficios o actuando selectivamente a la hora de cooperar con su pares, además de rendir informes sobre su desempeño; por su parte, los funcionarios de la federación recopilan información y desarrollan métricas sobre las capacidades de los héroes y de los posibles escenarios a los que éstos pueden enfrentarse, pero ¿podríamos decir que la federación y sus héroes, sean estos ficticios o los del mundo de la ciencia, verdaderamente están caminando?
Juan Carlos López-GarcíaSociólogo especialista en temas de educación superior. Profesor-investigador en el Departamento de Estudios Culturales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Lerma. Miembro del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE).